Una mujer sólo quiere una cosa: que le ofrezcas un hombro sobre el que llorar cuando la vida parece insuperable.
Por supuesto, eres libre de hacerle todos los regalos caros y las joyas de lujo que quiera. Eres libre de regalarle una casa preciosa y moderna o un piso sublime al estilo Haussmann.
Eres libre de regalarle el coche más potente del mundo y los artilugios más extravagantes que existan. Eres libre de darle una tarjeta bancaria con un límite ilimitado.
De ti depende hacer todas estas cosas para demostrarle lo mucho que significa para ti. Pero a todos estos regalos, ella siempre preferirá que le ofrezcas tu tiempo.
Todas estas cosas son maravillosas, por supuesto, pero a las buenas mujeres les importan un bledo las posesiones materiales. De hecho, se desharían encantadas de todas esas cosas sólo por pasar más tiempo contigo.
Rechazarían el coche deportivo que le ofreces si eso significara que tienes que trabajar 40 horas más a la semana.
El dinero es bueno. Pero va y viene. El tiempo no se puede comprar, intercambiar o compensar. El tiempo es un regalo del universo y debemos hacer todo lo posible por aprovecharlo al máximo.
El tiempo no se vende.
El tiempo es oro, y las mujeres saben perfectamente que es el mejor regalo que se le puede hacer a alguien. Y si tuviera que elegir entre tiempo y dinero, inevitablemente elegiría el tiempo.
El dinero no te hace feliz. El dinero no une los corazones. No, es el tiempo que decidimos invertir en nuestras relaciones lo que nos permite crear y fortalecer vínculos.
Eres libre de ofrecerle la seguridad material que muchos otros se pasan la vida asegurando. Eres libre de prometerle que nunca pasará hambre ni se quedará sin techo. Eres libre de prometerle el futuro más brillante para sus posibles hijos.
Puedes decirle que esos niños imaginarios podrán ir a las mejores escuelas del mundo y que nunca les faltará de nada. Puedes prometerles el mejor futuro que nadie podría soñar.
Pero, al final, nada de eso será tan valioso e importante como la atención que le prestas.
Necesita un hombre que sea atento y cariñoso, lo justo para hacerla feliz. Necesita un hombre atento y que sepa cuidarla en sus momentos de vulnerabilidad o debilidad.
Una mujer sólo quiere una cosa: que le ofrezcas un hombro sobre el que llorar cuando la vida parece insuperable.
Sí, el dinero puede contribuir mucho a la felicidad, pero nunca podrá sustituir la dulzura de una caricia. Ni el dinero ni ninguna otra cosa pueden sustituir a las palabras de afecto y aliento.
La idea de una vida acomodada nunca será tan reconfortante como la de una vida transcurrida al lado de un hombre capaz de dedicar toda su atención a una mujer.
Renunciaría con gusto a todas las riquezas del mundo si eso le garantizara un oído atento siempre que necesitara hablar. Si todo ese dinero significara su ignorancia, ella lo tiraría alegremente a la papelera.
Las buenas mujeres saben perfectamente que la escucha y el cariño son bienes mucho más preciados en una pareja de lo que podría serlo nunca el dinero.
Una cosa es que puedas comprarle cualquier cosa en cualquier tienda. Que puedas ofrecerle los viajes más exóticos, en los hoteles más lujosos, es una cosa. Una cosa es organizar las fiestas más decadentes con algunas de las personalidades más importantes de Europa.
Pero nada de eso será nunca más importante que tu amor.
Al final, el amor es lo único que cuenta. No importa si puedes ofrecerle un castillo y hectáreas de terreno o un pisito destartalado. Lo único que importa es tu amor.
Eso es lo único que ella esperará de ti incondicionalmente. Lo único que no se puede negociar. Aunque tener dinero sea un sueño, ella puede vivir sin él. Pero nunca podrá vivir sin tu amor.
